UN PAÍS PARA TODOS

El gran propósito de la civilización no puede ser otro que garantizar el bienestar de todos los que habitan el planeta, y, especialmente, de los pertenecientes a la especie humana. Hay, por supuesto, otros elementos que son claves en este proceso de alcanzar un auténtico desarrollo: el cuidado planetario, la conservación y protección de toda forma de vida y las relaciones basadas en la fraternidad y el respeto de la dignidad de todos los seres sintientes; sin embargo, en un informe presentado en el 2016, por la Organización de las naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se menciona que 795 millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa, y por esa razón, cada día mueren 24.000 personas, 8.760.000 al año, de las cuales 3.1000.000 son menores de cinco años. Esto nos obliga a plantearnos la siguiente pregunta: ¿estamos fallando como civilización, a pesar de todo el conocimiento tecnológico que se ha logrado hasta la actualidad?

 

La realidad colombiana la podemos analizar a través del reciente informe emitido por el DANE. Esta, que es la entidad encargada para la difusión oficial de estas cifras, hizo dos mediciones: la pobreza multidimensional, que mide variables como salud, educación, trabajo, vivienda; y la pobreza monetaria, que mide el ingreso familiar comparado con el costo monetario para adquirir alimentos y otros servicios para la subsistencia. Este último indicador muestra que, en 2018, la pobreza monetaria fue del 27,0 %; y la pobreza extrema, de 7,2 %. Para el 2019, la pobreza monetaria fue de 35,7 %; y la pobreza monetaria extrema, de 9,6 %. Esto significa en términos reales que, en este momento, ¡17.470.000 personas se encuentran en condiciones de pobreza monetaria! Dura realidad que debería convocar a todos los sectores de la sociedad, con el liderazgo estatal, para establecer acciones urgentes encaminadas a combatirla.

 

 

El hambre genera inestabilidad social a todos los niveles; no se puede pensar ni remotamente en alcanzar la paz, ni vivir en convivencia y armonía, si existen esas brechas ominosas entre los colombianos. No es posible pedirles a las personas que no ejerzan su derecho inalienable a la protesta, si no se hace un trabajo concertado con todos los sectores de la sociedad para mejorar las condiciones de vida de tantos millones de hermanos colombianos. Eso quiere decir que no podemos seguir en la distracción del enfrentamiento entre los sectores que se catalogan entre ellos como de derecha o de izquierda. El hambre no tiene color político o partidista. Urge que todos trabajemos unidos, para disminuir los niveles de pobreza de tantos compatriotas.  

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